Hace casi 20 años, en CG-Sys, enfrentábamos un problema recurrente en uno de nuestros sistemas. Una falla intermitente causaba estragos, y para nuestro equipo era un misterio total. Por más que revisábamos el código, probábamos y retocábamos, no encontrábamos la causa del error. La situación era frustrante y cada vez más crítica. Solo sabíamos una cosa: el problema siempre surgía cuando Coquito, una de nuestras usuarias, estaba trabajando en el sistema.
Coquito era una usuaria rápida y eficaz. Su velocidad en el teclado era impresionante, y parecía tener una capacidad innata para completar tareas con agilidad. Pero cada vez que Coquito utilizaba nuestro sistema, surgía un fallo. El misterio se volvía más intrigante con cada día que pasaba, y nuestra curiosidad crecía a la par de nuestra desesperación por encontrar una solución.
Decidí que la única forma de entender lo que estaba ocurriendo era observar de cerca. Me ofrecí a sentarme junto a Coquito mientras trabajaba, sin que ella supiera el verdadero motivo. Actué como su ayudante, dispuesto a ver exactamente qué estaba haciendo cuando la falla se desencadenaba.
Todo parecía normal al principio. Coquito navegaba por las interfaces con la destreza de quien conoce el sistema de memoria, ver como operaba nuestro sistema era maravilloso. Pero entonces, ocurrió. Coquito, en su rapidez, presionó el botón de enviar dos veces en rápida sucesión. ¡Ese fue el momento de revelación! Al ejecutar un doble Enter sobre el botón, estaba enviando la misma tarea en paralelo, causando que el sistema se sobrecargara y fallara.
¡Ahí estaba el origen del problema!
Fue una mezcla de admiración, sorpresa y alivio. Por un lado, había encontrado la causa de la falla. Por otro, me sorprendía la velocidad y destreza de Coquito. Sin embargo, más allá de la velocidad, el problema era claro: nuestro sistema no estaba preparado para manejar una acción redundante accidental. Lo que para nosotros fue un simple error de usuario, era en realidad una falla en nuestra planificación y diseño de software.
De vuelta en CG-Sys, compartí el descubrimiento con el equipo. Entre risas y comentarios, bautizamos el evento como «El Cocazo», en honor a Coquito y su habilidad de poner a prueba los límites de nuestro sistema. Pero el Cocazo no fue solo un incidente gracioso. Nos enseñó una valiosa lección sobre la importancia de implementar buenas prácticas en el desarrollo de software.
Aprendimos que debemos anticiparnos a los errores humanos y construir sistemas que puedan manejar acciones no intencionadas de los usuarios. Esto significa implementar controles para evitar la repetición accidental de acciones, como presionar un botón varias veces por error. Desde entonces, nos aseguramos de incluir mecanismos de prevención en nuestras interfaces de usuario, como desactivar temporalmente los botones tras el primer clic, para evitar «Cocazos» futuros.
Mirando hacia atrás, ese simple incidente cambió nuestra perspectiva. Nos enseñó que como desarrolladores no solo debemos crear código que funcione, sino código que sea robusto y resiliente ante las acciones inesperadas de los usuarios. El Cocazo fue un punto de inflexión para nosotros, y hasta el día de hoy, es una historia que compartimos con nuevos miembros del equipo para subrayar la importancia de las buenas prácticas en programación.
Así que, estimados desarrolladores, recordemos siempre diseñar sistemas pensando en cómo los usuarios, con sus rápidos dedos y sus costumbres, interactuarán con nuestras creaciones. A fin de cuentas, evitar futuros «Cocazos» está en nuestras manos.